La fiesta se consolida, aún cambiando de escenario. Este año se traslada a las afueras de Gasteiz, a Salburua, para poder celebrarse en los tres territorios históricos de Euskadi.

Una apretada agenda de actos comienza con carreras de caballos, rastro tras jabalí, galgos… y perros de caza menor a través de una demostración de San Huberto, que realizan deportistas alaveses, antes de que los bracos de Arturo Albín patronearan codornices sembradas.

En el capítulo de tiro, el estadounidense Tom Knapp hizo las delicias del respetable junto a su Benelli, tras lanzar al cielo nueve platos con la mano y romper uno a uno antes de que éstos cayesen al suelo. De nuevo la Ertzaintza con un simulacro de salvamento, no sin disfrutar de otra exhibición de Knapp y de paracaidistas llegados desde Cantabria en una avioneta. Otra avioneta acrobática pasó sobre las cabezas de los asistentes levantando aplausos, que no se sabe si de alegría o de miedo escondido. Por su parte Saralegi falló en el intento de levantar 327 kilos, pero Zelai sí que batía su propio record con la mole de 150 kilos.

Más de cien puestos jalonaban la zona festiva, además de trikitilaris, exhibiciones fijas varias, concurso de belleza canino… la fiesta adquiere su propio cuerpo.

Juan Antonio Sarasketa aseguró que estábamos “en el buen camino” ya que “la sociedad ha empezado a comprendernos y eso es importantísimo” porque “hemos cumplido nuestro compromiso a pie de campo y a pie de río. A los políticos les compete hacer ahora que los recursos estén mejor gestionados” mientras defendía el apoyo claro, incluso con su presencia el la fiesta, de consejeros como Juan María Atutxa o Joxe Juan González de Txabarri, entre otros.